Huay Xai, Tailandia
20 noviembre 2014
Los ríos me dejan absorto, esa manga de agua lodosa y sus retales de arena. Ese transcurrir tranquilo flanqueado de paisaje monótono, con aldeanos difusos en botes, búfalos de agua, árboles frondosos que recortan el paisaje en un film continuo de devenir pausado.
Cruzar fronteras siempre supone un acto de voluntad, no solo por la inevitable cuestión sobre la realidad de las fronteras, sino por el trasiego del transitar entre dos mundos paralelos divididos por puntos y sellos de pasaporte. Allí se presenta uno y cede amablemente su ciudadanía para ser incluido en el común de los ficheros de ciudadanos de allá que entran acá.
No deja de haber quien hace su negocio y en este impase de entrar-salir introduce según que condicionantes en su favor; … y sí, siempre hay un sitio más donde comprar algo que comer… no hagan caso a quien para comer él le arrebata la libertad de no temer a aquel que cruza una frontera.
Llegar a Laos y descubrir nuevos matices… y nueva cerveza
Saludos viajeros desde Huay Xai
Repasando las fotos de río y río, y recordando aquel tramo del viaje con mis compañeros, y una imagen explota en mi mente: Gema y yo tumbados en el suelo de madera de la barcaza que nos llevaba por el Mekong dirección al pequeño pueblo de Huay Xai. No deja de ser curioso la capacidad de dormir en cualquier lugar cuando estas de viaje, apuesto que en mi día a día soy incapaz de castigar así mis cervicales.
El niño comía su bollo mientras se miraba el pie como si un juego de la casualidad le revelase esa nueva combinación; ¡Ah mira! ¡Se puede comer y mirar un pie a la vez!
Me quedo con esa compleja simplicidad.