Alrededores de Luang Prabang (Laos)
24 Noviembre 2014
Me imagino en esas cascadas en total soledad (y quizás con una temperatura de agua más acorde a la condición humana) y me embarga una doble sensación: por un lado la inigualable propiocepción de estar dentro de un cuadro natural, integrado en la pintura; costaría en un inicio no sentirse elemento extraño pero en un después tras relajar la respiración e ir mirando alrededor, creo que podría fundirme en el paisaje y no ser más que parte del murmullo del agua al caer. Por otro lado, la solitud… aquella sensación de necesidad tan mía de compartir me provocaría extrañeza, … yo creo en la felicidad compartida y si bien la propia es imprescindible, la ajena me suma un eje de coordenadas más, una cuarta dimensión de la vida.
Esta dualidad, que me acompaña en el camino (y este viaje es un tramo muy especial) es la parte más humana que quiero descubrir de mí. Aunque no me fui a Alaska «into the wild»,jeje, en las cascadas estuve sólo (con gente alrededor) y acompañado (con amigos de allí y con todos los que viajan conmigo sin estar aquí)
Saludos viajeros
P.s. algo me dijo al empezar a escribir que hiciera un bis…
En múltiples ejercicios de relajación te piden concentrarte en un lugar calmo que te transmita paz; ahora mientras escribo tengo dos en mente.
El primero es un cenote en It Kil, Yucatan (México), una gran oquedad en la piedra caliza, escavada por el tiempo y el líquido elemento; Una bañera natural de agua cristalina y gran profundidad, atravesada de entrada por rayos de luz entre la vegetación colgante de las paredes laterales que definen el cenote.
El segundo remanso de tranquilidad bien podría ser unas ondulaciones en la piedra en los pisos superiores de las cascadas de ese día, como esculpidas para recostarse mientras el agua transcurre y unas enormes hojas caen de la copa de los árboles.
Una fortuna ir descubriendo estos espacios.