Chiang Mai (Tailandia)
6 de noviembre 2014
En Chiang Mai existe una ruta clásica de templos que visitar. Una cuadrícula amurallada engloba la parte antigua de la ciudad y deja un paseo hasta el río. En un deambular sosegado y sin rumbo pudimos ver varios de esos templos, los mas importantes, pero y sin lugar a duda el que mas recordaré no fué un templo, fue una escuela, donde todos los niños prerparaban unas barquitas de hojas y flores , con velas y sahumerios para ofrecer en el río. Sonrisas en el rostro que a uno le transmiten la importancia emocional de la fiesta, no es algo folklorico a secas, es vivido en cada uno de los sentidos. También se lanzan las famosas linternas, pero me estoy adelantando…
Pateada en toda regla , comida de pinchos improvisada bajo toldo y más y más sonrisas.Encender unas linternas y lanzarlas al cielo fue un regalo de por vida, un recuerdo y sensación imborrable; una parte de mi marchó allí y otra nueva en forma de deseos se elevó con una sonrisa mía ,feliz tambien en las caras de thais y paola.Un papel en el Loi Krathong y este al agua; una doble purificación fuego y agua.
Un dia intenso emocionalmente.Saludos Loi krathong desde Chiang Mai
Mis recuerdos de ese día son inmenasamente felices. Cuando uno viaja la mente , otramente ocupada en mil quehaceres cuotidianos, se libera para integrar las mil sensaciones que pueda absorver, liberada de todo orden y libre para acumular y acumular.
Así lo recuerdo ahora en estas huellas que dejé en la arena.
Quedando temprano por la mañana con Paola, con aquella sensación inquieta de quien se va a dar una vuelta por la ciudad con alguien que aún apenas conoce; ahora ya llovió mucho y aquel día de hecho también.
Es un descontrol ubicarme en un mapa cuando voy acompañado, así que inevitablemente no perdimos sin perdernos en un deambular por las calles del centro de la ciudad. Ibamos tropezando con nuevos templos, sacandonos el calzado al entrar, buscando nuevas telas para cubrir hombros, volviendonos a calzar y cada uno con la mirada absorta a la vegetacion colgante de los aleros bajos de las casas. Encender incienso, escribir ofrendas, subirnos discretamente a un dragón, observar a un monje budista masajear a un gato con los pies…
Llegar a un colegio, … hay un algo en ese momento que me reveló que el día iba a ser recordable y fue la duda en la entrada de colarnos o no a un patio interior repleto de escolares confeccionando cestos vegetales Loi Kraatong. Entramos por supuesto y nos sentamos a aprender como hacían. Hablamos con maestras, y pudimos captar la importancia real de esa celebración; para un turista ocasional es una cosa, pero verlo desde dentro es un privilegio.
Más templos, nunca recuerdo los nombres pero se iba completando la lista principal del mapa cuando nos cruzamos con Lara y Guillermo, los chicos del tren de mediodia. Mas caminar, y embarrar pies, pues empezaba levemente a llover. Pausa necesaria, para comer unos pinchos multicolores de tofus de vaios sabores bajo un toldo de plástico azul. Compraamos nuestro «kratones» , preciosamente hornamentados, a unos chicos a unos metros de aquel toldo azul.
Y regresamos a nuestros correspondientes hosteles desandanos encontrarnos a la noche para lanzar nuestros deseos al rio y al cielo de Chiang Mai.
A la noche tomamos el camino hacia al río con Paola y su irrefrenable capacidad de perderse entre el gentío y con Thais y su pupilosa y decidida mirada hacia el punteado de luz del horizonte.
Las sensaciones al lanzar una lámpara entre dos, no os las puedo describir con precisión, salen de dentro, como del estómago (sin abusar del tópico) y llegan a la piel como un hormigueo y para entonces la fuerza de la pequeña llama ha llenado de calor ascendente ese globo cílindrico que por si te invita a soltar suavemente. Cuando tus dedos ceden en contacto con el papel blanco que recubre la estructura de alambre sucede que titubeante asciende y te quedas totalmente embelesado, absorto en como sube, «el mundo se ha parado en ese instante».
Y entonces se acaban tus lamparas y no haces mas que tirar fotos y ver las caras de los que lanzan sus deseos, ¿así cuanto?, no sabría decir el peso específico del tiempo en ese momento, el tiempo flotaba.
Las barquitas nos depararon sorpresas en foto solicitada a turistas chinos y tras esperar calmamente y con impaciente excitación nos llegó el turno en que la riba del río nos ofrecía un rincón donde recostarnos a lanzar nuestros mensajes. escribes en un papel la inspiración del momento, lo colocas en el entramado de hojas, flores, velas e incienso y al agua, en un navegar de «fueguitos».
Nada más, un sueño haver vivido aquel día y recordarlo gracias a «la maleta perduda» fotos que recupere un par de meses después de lanzar mis deseos.
¡Saludos viajeros!