Huacachina (Ica) – Perú
7 de Noviembre 2015
Hacia el sur de Lima se abre unos espacios de insondable horizonte cubiertos de escasa vegetación, es así como tras unas cinco horas de bus se llega a Ica de ahí a Huacachina. Aquí tuve la suerte de compartir el transporte que recogía a dos catalanas Sara y Tere (de Girona) para acercarme a mi hostel llamado Banana Adventure, con una pequeña piscina y ambiente mochilero a full. La música reaguetton sonaba en la barra del bar mientras un pool de australianos, americanos, sudafricanos y demás anglosajones devoraban su correspondiente Burger mientras yo afinaba mi undestanding.
Tras comer un lomo saltado a dormir, ese día terminaba y el sábado amanecería con una duna de arena delante de mis expectativas de subir.
La excursión con los areneros booguies de 10 o más plazas y el sandboarding empezaría a las tres de la tarde así que tras el desayuno me subí a la duna enfrente de la pequeña laguna. Huacachina es un entramado de apenas tres calles que rodean un oasis artificial rodeado de palmeras.
Mi conclusión fue que si me pierdo en el desierto no llego a puerto ahí me quedo, el paso es cansado pues resbala y requiere mayor esfuerzo. Mi forma física no está a la altura de las hazañas de las películas de exploradores del desierto. Llegar arriba para tirar la foto y pensar en que inmensidad me esperaría a la tarde.
¿Una piscina post check-out? ¿Porqué no? A veces pienso que debería pasar días en un hotel con piscina y dejar de acumular horas de autobús, pero hay algo que me impulsa a ver y descubrir y mi tiempo por ahora es finito y me toca observar otros viajeros con meses por delante tomando una ruta más sosegada.
Llegó la hora de la arena:
Acelerando el conductor de nuestro arenero, un señor ya mayor, con la cabeza totalmente rapada y un sentido peculiar del sarcasmo, amable pero gobernante. Pero era el jefe, y allí por donde pasaba todo el mundo lo saludaba amigablemente.
Mi selección en la arena:
Contrastes de azul y surcos en las dunas.
El trayecto: una montaña rusa de subidas y bajadas, acompañadas de sus gritos correspondientes, para llegar a la loma de una gran duna y lanzarse panza abajo con una tabla debidamente encerada. Así varias veces a cada vez mayor altura de duna. Risas y paisajes de arena; mil imágenes, una sensación de experiencia única vivida. ¡Recomendable!
¡Saludos viajeros!
p.s. dos días después aún tengo arena en los sitios mas inusitados.