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¡Pulseras birmanas!

El paso del tiempo ha ido degradando mi pulsera birmana, de geométricos colores sobre un verde ni claro ni oscuro, aquella que Verónica con cariño llevó a que le pusieran un nudo corredizo. Recuerdo el instante en que un sobre desde Tailandia apareció en mi buzón, en un funda transparente, aquella pieza de tela que no dude en anudar a mi muñeca izquierda; ahí día tras noche, secado tras ducha y raída por las costuras se ha quedado, permanece para dar la bienvenida a otras tantas más.

 

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