Capítulo 5: Regreso desde Mumba Devi
No poder moverse ni para encender la luz…
Un recorrido increíble me llevó hacia el norte, al pueblito donde vive el Dalai Lama, de hecho me crucé con su doble cuando iba a comprar galletitas, En Dharamsala descubrí los momos tibetanos; una variación de las empanadillas (dumplings) exquisitas, también me dí cuenta que caminar en rampa para visitar templos era demasiado para mi en ese preciso instante ( y que algún día iría a Nepal y Tibet)
Descendí hacia Amritsar a visitar su Templo Dorado sihj y también visité su equivalente hinduísta durante unas fiestas muy coloridas que volvieron loco el obturador de mi cámara. Pasé por el templo de las ratas cerca de Bikaner y llegué a descansar a la apacible Jaisalmer; una ciudad de paredes doradas que fue mi hogar de reposo. Observando sus murallas, en la azotea del hotel, y de noche cuando una pequeña brisa dejaba respirar, era una de las personas mas afortunadas del mundo (si no fuera porque cada escalón era una peripecia).
Un regalo fue celebrar el Dushera con locales en un barrio arrabalero de Ahmedabad; Una locura de representación de la derrota de Ravana, Dios demonio de diez cabezas que acababa quemado una figura gigante a lo «fallas de Valencia». Días llevaba viendo como preparaban esas estructuras de madera y cartón piedra.
Parecía que mi renquear errático mejoraba a tiempo que mi visado indio expiraba; el reto era llegar a Mumbai y tomar un avión a alguna playa de Sri Lanka. Dejé atrás, con pena, muchos sitios que hubiese visitado haciendo caso estricto al proceso de la enfermedad. El cuerpo mandaba aunque la curiosidad era también atrevida.
En Mumbai, decidí tomarme unos días de hotel y visitas cercanas, la ciudad me parecía enorme y poco asequible en mis condiciones. Algún día regresare a fotografiar los slums y deambular sin preocupaciones
Aún así a tres días de mi vuelo a Colombo me encontré mejor, de ánimos y de fuerzas, decidí visitar un pequeño templo, «Mumba Devi» que es el que da nombre a la ciudad. Tras caminar por barrios humildes con ropajes colgados y mercados de calle, me vi fuerte y llegué a la playa, con restos de una fiesta donde cientos de estatuas son colocadas aguas adentro; una reliquia para la vista. De allí subí hacia un parque con vistas al mar y regresé, esta vez si, en taxi. Era feliz, había caminado muchísimo y mi perspectiva era superar el Chikungunya del todo en Sri Lanka y saltar hacia Indonesia.
Un nuevo día se abría y al intentar girarme en la cama, noté que mi cuerpo no cedía ante mi voluntad. Ese movimiento de impulso no estaba entre las prestaciones admitidas,… «joder, esto es chungo» Me gire centímetro a centímetro como pude para accionar el interruptor de la luz. Deshacerme de la ropa para ducharme fue una odisea aún mayor,… allí bajo el agua decidí que el viaje había tocado a su fin… debía regresar a casa a curar mi cuerpo, no tenía sentido esa forma errática de viajar jugándosela, las señales eran claras, tocaba parar y descansar. En Barcelona tendría tiempo para recuperar y retomar mi año sabático viajando.
Llamé a la aseguradora y encontré al operador mas efectivo, ya conocía mi caso y era precisamente con él con quien quería gestionar la situación. Así fue, y en dos días tenía vuelo a primera hora de la mañana y transporte hasta el aeropuerto. Fue una despedida impotente de mi viaje, aquel mosquito me había enseñado muchas cosas pero había ganado muchas experiencias. Me sentía agradecido por tanto y triste por dejar atrás el sueño del viajar continuo.
Mis padres estaban allí en el aeropuerto con cara de «vaya follones te metes por esos mundos de Dios y aquí estamos encantados de tenerte de vuelta, por fin»
Creo que descansé como nunca lo había hecho y al día siguiente me acerqué a la Unidad de Enfermedades Tropicales del Hospital Clínico de Barcelona. Tras unos días de espera las analíticas subrayaban una palabra Chikungunya. Así he pasado por analíticas, medicaciones, ecografías y más médicos.
He contado aproximadamente un año y medio con dolores en las articulaciones al caminar. Primero siquiera andaba 10 minutos seguidos, luego me dediqué a aumentar las marcas. En esos momentos no podía desenroscar el tapón de una botella de agua. Luego el dolor se concentró únicamente el tronco inferior y al final en los pies al caminar. Encadené los restos de la enfermedad con una fascitis plantar que me tiene condenado a pequeños viajes por ciudades cómodas (no se cuando cesó una y empezó la otra). Pero cuando alguien me pregunta si volvería a la India, mi respuesta sin resquicio de duda es:
Sí! Volveré!
De Dharamsala a Mumbai – India
26 de septiembre – 18 de octubre de 2016