Marrakech (Marruecos)
18 y 19 de mayo de 2016
Hay un icono claro de Marrakech que todo visitante tiene en mente cuando llega; éste le ha sido revelado,explicado por activa y por pasiva y sus fotografías invaden espacios en libros, revistas y en todas las redes informáticas. Y así resulta difícil llegar sin expectativas previas. ¿Qué lugar?
Por otro lado alguien podría imaginar una visita a la ciudad sin atravesar esta plaza. Sin ánimo de querer desmontar la autenticidad de ese proyecto puedo imaginar que el reto acabaría por perderse en el epicentro de la marea de actividad de la ciudad. No tengo razones para aseverarlo, pero algo me dice que es así hace tiempo.
Hay de seguro una segunda realidad de las ciudades, en la Ville Nouvelle y en los barrios (así en cualquier pueblo y ciudad) pues no todo el mundo vive en la medina, pero me atrevo a adivinar que una parte de todo eso se cuela de una forma o otra en el irregular poliedro, ese tendedero imaginario que tira hacia un hipotético centro de la estructura de la plaza y arrastra toda el ropaje de colores.
Djeema el-Fna
Djeema el-Fna configura un espacio irregular en forma de alas de mariposa con calles aledañas y entradas al zoco. En el acceso desde la ciudad nueva (yo llegué en uno de esos buses que los taxistas no reconocen como reales) un boulevard atiborrado de carros de caballos configuran un paseo hasta una zona ajardinada que queda culminado por el alminar de la mezquita Koutoubia; allí como referente estático y silencioso al lado opuesto de la plaza.
Me comentaba una buena amiga, unos días antes de empezar mi viaje, que desde las terrazas panorámicas de los restaurantes se podía ver la vida pasar, que ella se quedaría horas mirando el trasiego de las gentes, los sonidos y las diferentes luces y sombras; allí simplemente observante. Me la imaginé nada mas llegar.
En contraste una chica marroquí, que conocía la escena de unas cuantas veces, me explicó que siempre descubría la plaza con las mismas apariciones. Igual a un retablo de oficios, imagino yo. Añadía a esa visión, su incapacidad por resistir la atracción y volver y volver a contemplar esa normalidad repetitiva. Ella me explicaba como le gustaba comparar la actividad a las diversas horas del día. Y es que desde las primeras luces de la mañana cuando el silencio y la calma se perciben en toldos bajados,… hasta las luces geométricas que filtran de las troqueladas lámparas en la noche, suceden muchas cosas en esa plaza. 365 días del año, año tras año.
Vendedores de zumos de naranja, encantadores de serpientes, falsos boxeadores, dátiles y otros frutos desecados en tapices perfectos, músicos, contadores de historias, bares, restaurantes y un entramado de paradas para comer bien publicitadas por cazadores expertos de turistas.Alhajas y lámparas frente la entrada sombría del zoco, la luz penetrante del espacio abierto, la visión a ras de suelo y la panorámica privilegiada en la terraza de un café. El descansso para un refresco y el trasiego constante de gentes como pequeñas bolas metálicas en uno de esos juegos de niños, aquellos en los cuales encajar las piezas en el centro es el resultado final.
Todo te lleva hacia la plaza, y reconozco que es una visión externa, un punto peregrina y que la realidad global es otra. Lo contrasté un poco el día que llegue; Me perdí y descubrí un lugar alejado de callejuelas despistadas del paso de cualquier turista; estuve tentado de entrar en el patio de un colegio donde jugaban a fútbol. En lugar de perderme más, me indicaron como llegar a mi hospedaje por caminos internos, alejados de la famosa plaza; el laberinto otra vez. Aún así por otro camino y desde mi hospedaje la plaza estaba al lado.
No se conoce en un día una medina y quizás hace falta vivir en esa telaraña para comprender el entramado y su red humana; Así como en toda vida: en medio uno puede tener una plaza o cualquier otro rincón: cuestión de perspectiva.
Palacio Bahía
Un excelente edificio, decorado gustosamente se abre espacio llegando a la Mellah y cerca de la Kasbah. Encalado de yeserías y mosaicos coloridos de azulejos, nos descubre jardines con palmeras y fuentes alternando habitaciones suntuosas donde imaginar la vida del gran Visir. Esta es la sala de las visitas, ésta es la habitación de la favorita, ésta … ¿Perdón?
Nunca había pisado un harem y ya hacía unos días que me escaldaba la idea de la mujer en el Islam; Allí desde la idealización del espacio fui incluso capaz de preguntarme por la poligamia, por los equilibrios hombre-mujer, pero aquel escenario parecía pretérito y extraño para lo que paredes a fuera sentía yo.
Tal vez por transferencia emocional, pero me dolía y no paraba de formularme preguntas. Me sentía ciertamente culpable por ignorar esa realidad y quería indagar en el tema. A día de hoy me voy con la misma incapacidad de comprensión pero con una visión de jaula. Una jaula nada sutil a ojos extraños y sutil dentro los equilibrios que lograba descubrir entre las personas. Se que seguiré preguntándome y espero tener conversaciones tan enriquecedoras como las que allí tuve. Al final mi viaje se da por esas: comprender la naturaleza humana en sus facetas, como ejercicio de comprenderse a uno mismo. Me faltó interaccionar con mas gente y preguntar mas.
La medersa Ben Youssef, pequeñas tenerías y el vagar por las calles
Al final, no tuve una estructura muy programada de visita a la ciudad pero revisando las fotos aparecen muchos recorridos. Una vuelta anárquica por el zoco, un lugar donde teñían telas de colores con polvos de colores que al contacto con agua mutaban mágicamenete; la comida en un local pequeño, una habitación de 2×2 donde apenas aparecía un turista, la antesala de una medersa donde intercambiar fotos con Sam, puertas azules que siempre veo, gatos, señoras caminando a contraluz y una tienda de especias donde me imagine trabajando por meses con la única idea de poder ver esa escena día a día.
Había saltado de Fez a Marrakech, tiempo por medio mediante, y vivía dos realidades comunes pero en mi obraban diferentes sensaciones, el país había ya entrado dentro mío con las cosas buenas y malas. A instantes lo odiaba cruelmente y otros recibía imagenes y gestos que me hacían caer en su embrujo. Creo hoy que volvería a recorrer sus calles y paisajes y a tomar un te con menta y una pastita de miel. Me quedaban unos días en Marruecos, pero algo me decía que mi viaje allí estaba acabando. Me esperé aún unos días para acabar de tomar nota mental de mi segunda experiencia en Marruecos.
Ahora se que la primera vez (una semana alrededor de Tánger) descubrí paisajes y en esta segunda visita a través de los ojos de una mujer y otros invitados descubrí otras capas del país. Volveré?!?
¡Saludos viajeros!