Sidi Ifni (Marruecos)
16 y 17 de mayo de 2016
Sidi Ifni es una pequeña localidad encalada en blanco y azul que se asoma al Atlántico, anclada al salitre y respirando recuerdos de otras épocas. Las calles parecen desiertas y los transeúntes meros figurantes silenciosos que miran hacia al océano. Señoras con velos memorizando el horizonte, señores sentados en las terrazas, con la parsimonia de quien aguanta un vaso de líquido dorado y niños jugando a pelota pero bastante silenciosos. Allí, dicen, llega turismo de playa y surfistas, … y también, como yo, viajeros despistados en busca de una instantánea en la vecina playa de Legzira.
Dejar Essaouira iba a representar una vuelta de tuerca mas de mi viaje. Mi mente andaba revuelta en una vorágine de sentimientos, tenía muchas preguntas satelitando mi cabeza y aunque esto es habitual en mi manera de ser en el día a día de la ciudad hasta ese momento el traqueteo continuo del camino no me había abierto esa caja.
Una suerte loca me llevo hasta allí, pues cruzarme con Sam, me había llevado del tambor africano del Gnaoua hasta Agadir para despedirnos abruptamente en un desencuentro de destinos,… así transcurren a veces los viajes, algo te lleva, te impulsa y varía tu ruta de repente. Aunque por otro lado Sidi Ifni estaba en mi lista de destinos y es por eso probablemente que allí me llevaron los vientos.
La parada en Agadir sirvió para buscar un dentista ocasional que resultó ser muy adecuado, y aunque no me tuvo que intervenir una pieza, me dió buen consejo sobre su cuidado. Y así Agadir «la ciudad del odontólogo casual» dio paso a un nuevo bus local y a la tranquila Sidi Ifni.
Sidi Ifni
Esta pequeña ciudad de mar me recibió con la paciencia manifiesta de quien espera meses más calurosos y turistas más concretos. Llegué a un hotel llamado Suerte Loca, que antaño fue propiedad de unos españoles; el chófer del bus que me llevaba desde Agadir me anticipó la historia que una amable Malika (recepcionista y vendedora de pulseras) me confirmaría. El pasado de Ifni (como resumen los locales), tiene palabras en español incrustadas en décadas pasadas y hay gente aún que recuerda el sonido del castellano y sonríe al reproducirlo, un descanso y una sorpresa en esas latitudes.
Diversos elementos arquitectónicos en la plaza central (otro tiempo llamada plaza España) recuerdan esos años en que la ciudad era centro del Sahara español. La gente ajena quizás a cualquier de estos recuerdos si respira otro talante en el comunicar, en el mirar, o tal vez fuera mi mirada la que estaba condicionada. Algo en la ciudad le otorga diferencia y de hecho altercados acaecidos allí dan fe de su identidad propia y reivindicativa.
Lo primero nada mas llegar fue asomarme a la playa, recorrí el boulevard que en altura bordeaba el litoral de las cuatro calles que componen la ciudad y me dispuse a cenar una sopa de verduras. ¿Eran esas postales de gente mirando al horizonte marino, lo qué buscaba?
Legzira
A unos kilómetros de autobús se llega a un complejo de chalets de veraneo, abajo por el camino lateral se llega a la playa de los tres arcos. Unas formaciones rocosas quedan atravesadas y bañadas por el oleaje. Las piedras incrustadas, pequeños cantos rodados, en las paredes caen a ritmo pausado, pero con fuerza, a mi me saludo uno a un escaso metro, las advertencias de las lonas al pasar no dejan de ser mas que ciertas, pero el paisaje vale la pena. Gente se cruzaba en mi caminar, apenas nos saludábamos, estar absorto entre el mar y los arcos es de hecho el concepto mágico de ese lugar.
Lloviznaba pero pude pasar un rato lanzando nuevas preguntas al océano, como quien hace rebotar piedras en las olas. Miraba la espuma llegando a mis pies, buscando esas respuestas en ese balanceo sutil; pero como en todo la respuesta genera nuevas preguntas: el mar te otorga la paz idónea para resolver los problemas si te paras el tiempo debido a escuchar todo aquello que escucharon un día sus aguas en uno y otro puerto. Yo apenas estuve unas horas allí para plantearme que hacía allí.
La pregunta que me invadía era ¿Porqué estaba viajando? ¿Estaba escapando de un lugar en concreto? ¿Era el viaje el que me facilitaría respuestas? ¿Era idóneo buscarse perdiéndose en lugares más remotos?
Hoy escribo estas líneas pues en esos tres escasos días estuve pensando, lo cierto es que me sigo planteando lo mismo y aún así mi mar interior me lanza mas preguntas para responder.
No se viaja para encontrar respuestas sino para formularse nuevas preguntas…
¡Esa es la respuesta!
¡Saludos Viajeros!