Puerto Maldonado, Tambopata (Perú)
25, 26, 27 y 28 de noviembre de 2015
¡Y ahí estaba! Ya instalado en el Lodge de Palatoa Amazon Travel al lado del Río Madre de Dios. El primer día había quedado atrás pero me esperaba una primera toma de contacto con los insectos nocturnos. Alrededor del complejo: arañas, cigarras, orugas, hormigas, insectos palo y mi preferida: un simpático arácnido. Anidaba, vecina, justo en un árbol frente mi habitación, aunque no parecía interesada en las excursiones nocturnas. Se trataba de la tarántula pollito, con el lomo un poco más claro que la otra variedad local más oscura; Le llaman pollito, no por el pelaje, sino por la imagen idealizada de la madre con las crías detrás (en línea de patos la imagino yo). Como peculiaridad la hembra procura comerse al macho una vez fecundada; todo un acto de amor selvático. Después del paseo y anecdotario entomólogo: ¡A dormir! Bajo un manto de mosquiteras y con el canto incansable de las cigarras: excelente banda sonora para un merecido descanso.
Fauna y flora:
Creo que en los cuatro días que estuve allí no podía para de mirar a las alturas, ¡Los árboles me fascinan! La vegetación en sus subcapas, con sus funciones sincronizadas: Matorrales, musgos, plantas parásitas, lianas estranguladoras que limpian la selva, nenúfares, y helechos.
Allí donde caminábamos había ingentes variedades de insectos: mariposas de colores azules y amarillos reposaban en el camino amarado de barros; caravanas de hormigas cortadoras de hojas con su bandera verde correspondiente.
El guía señalaba a las alturas, todos parábamos, apenas respirábamos; y allí estaban los monos saltando de rama en rama en pequeñas comunidades mixtas con diferentes especies incluso. Un oso hormiguero trepador descendió ágilmente al bajo bosque a saludar curioso. Aves de lo más sorprendentes y guacamayos y loros que atravesaban el cielo dejando el graznido de sus pláticas.
El lago Sandoval
Adentrándonos en canoa, descubrí que tres de mis compañeras, unas fornidas chicas danesas, eran campeonas de remo; Unos chicos peruanos y el guía siempre atento completaban el grupo.
El trayecto entre recodos admitía maniobras hábiles de nuestro guía hasta llegar a una apertura amplia de agua calmas, rodeada de palmeras. Vistas espectaculares en uno de los lugares más fascinantes que recuerdo de mi viaje. Paz y tranquilidad en un collage de vegetación. Unas aves curiosas, aleteaban en las ramas marcando territorio, de simpáticas facciones plumíferas en el rostro y de linaje muy antiguo, pues recordaban bien al archeopterix, esa especie de pájaro primigenio de la era de los dinosaurios.
Un lago en desaparición, pues en esos equilibrios de la jungla, los juncos estaban ganando terreno al agua y menguarían su espacio en pocos años. De mientras esto sucedía lentamente, nosotros a otro ritmo, pudimos sentarnos a comer un “juane” (plato de arroz, pollo huevo duro y aceitunas envuelto en una hoja de bijao en forma de hatillo para ser transportado cómodamente; el nombre deriva de San Juan aun cuando probablemente el plato es pre-colombino). Después ya en el agua, a mi lado, apareciendo por detrás y describiendo un semicírculo, un pez enorme de unos tres metros y colores rojo y negro. Resultó ser una cría según nuestro guía. La sensación: ¡Espectacular! Al principio fue un susto pues en el lago hay caimanes, hasta que en un segundo de lapso vi la coloración y la silueta pasar.
Regresamos con el sol en descenso, y una leve llovizna tamborileando la vegetación; con la imagen retenida del lago en la mente. ¡Qué pintura de Henri Rousseau! La jungla, en cualquier lugar, resitúa la dimensión humana dentro del esquema de la naturaleza.
La isla de los monos
Calzarse unas botas de jebe, y río arriba nos esperaba una postal de lodos en forma de antesala de la “Isla de los monos, tras un kayaking con mi nuevo amigo de 12 años, de conversación fluida y remar primerizo.
Limos y arenas habían dibujado un islote en el centro del cauce fluvial donde la vegetación ávida de terreno había circunscrito una parcela como residencia de una familia de monos. Tras un sendero embarrado llegamos a un llano de selva donde dar de comer a los monos capuchinos, ya acostumbrados. Una relación clientelista curiosa, pues los monos, lejos de no haber aprendido la lección, miraban desde las ramas la escena con la autoridad del que acepta y concede. Un lanzamiento de frutas, un breve saludo y vuelta a los lodazales.
Zipline; la tirolina de la jungla
Una estructura colosal de madera, encaramada en la copa de los árboles más altos a no menos de 40-50 metros de altura, quizás más. Tras dos tirolinas y puentes colgantes en la plataforma elevada unas raíces de planta saprófita lanzaban un cable al suelo y definían el concepto de vértigo entre capas progresivas de espesura verde. Un tucán en la lejanía abandonaba el nido y arrancaba un “¡Ohhhh!” expectante de mis compañeros de alturas. Sobrevolar la vegetación, el ruido metálico del cable y leve tambalear del puente colgante: una sensación de altura dentro de un nido de vegetación. Un relato más de mi libro de la selva.
La colpa de los Guacamayos
Parece ser que hay una especie de mineral en las paredes embarradas de determinados puntos del vado del río; allí los guacamayos peregrinan regularmente para purgar su sistema digestivo. Ingieren de ese barro, configurando un tapiz colgante de colores en vertical. Desde la lejanía fue más difícil observar aun con prismáticos, la visibilidad del día también era reducida, pero el graznar y la sombra del vuelo en el cielo me parecieron un privilegio, no paraban de llegar, como programados por la naturaleza; algunos despertadores no requieren batería, aún son por instinto. No obstante, descubrir éste instante recargó mis pilas para la vuelta a Lima.
Una experiencia selvática:
Recomendable, ese chapuzón rápido en la paleta pastel de colores del amazonas peruano. Breve e iniciática; Ojalá pueda adquirir recursos y conocimientos para explorarla algún día de una forma menos organizada y más auténtica. Pero a las vistas de lo vivido: sólo puedo pensar en regresar a alguna porción de selva, tal vez en las antípodas selváticas de Borneo.
Postales de la jungla:
- Recorridos en barcaza por el río Madre de Dios
- Monos araña y capuchinos encaramados en la copa de los árboles
- Una panorámica del Lago Sandoval
- Caminar bajo la lluvia en los senderos de la jungla
- Rozar un pez rojo-negro de unos tres metros
- Hacer un master en hamacas y jugar a un nuevo juego de dados (“maya” )
- Los ruidos nocturnos de la selva antes de dormir
- Comer juane, sentado en un raíz aérea frente el lago
- Descubrir la única especie de “palmera con piernas”
- Atravesar la selva desde la altura de una tirolina
¡Saludos viajeros!