Mae Sot, Tailandia
12 noviembre 2014
Y podría poner cientos y cientos de fotos de niños y comentar cada una y como de feliz me hace ver la buena labor que hacen en la escuela Km42 de colabora birmania; primero de todo dar las gracias a Rebeca y Javi por enseñarme su proyecto y brindarme la luz de sus palabras y experiencias allí en Mae Sot.
Y luego ya os comento… los peques, son lo mas!!!
…
Empecé con sensación de poco flow, de poco entente cordiale, pero entendí que de lo que te dan lo bueno es lo que queria, cabe decir que al final tuve la sensación de reversión. Aquello q pensé que era es ahora otra cosa. Charlas varias, la naturaleza humana es digna de comentar: «siempre capaz de lo mejor y lo peor», a mi esa dicotomía me mueve, me gusta pensar que lo bueno cuesta y que luego la recompensa de ello está en uno mismo, incluso silenciosa pero fertil.
Los niños…
Los niños…
Los niños, se te abrazaban a la mínima tontería; estuvimos columpiandonos, haciendo autofotos, volando aviones de papel y repetiendo saludos mingalaba. Mil i una sonrisas birmanas; y si no fuera por yo ser mas tímido que ellos me hubieran derribado a abrazos (por un momento temí por la integridad de mi cámara, jeje)Me voy feliz, pensando que diverso es el mundo y que sencilla y común la sonrisa de un niño.
Saludos viajeros birmanizados
P.s. colgaré mas fotos, lo prometo!
En algún momento ocioso, unos días después de regresar de un mes de viaje por Tailandia y Laos me dió por seleccionar tres imagenes, tres momentos, en una ecuación sin más nomenclatura que lo abstracto de elegir los top tres (ineccesario y caprichoso a la vez). A día de hoy puedo dudar entre unas cinco imagenes, pero estoy seguro que una de ellas fué ese medio día en la Escuela KM42 en Mae Sot.
Antecedentes…
Supongo que este amor a distancia viene de largo. Muchos años atrás removiendo libros en una librería especializada de viajes me dí a encontrar con la portada selvática de «Dies a Birmania» edición en català del libro que George Orwell escribió sobre la ocupación britànica de una pequeña ciudad en la actual Myanmar. Lo compré, y me dije a mi mismo que yo quería ir a ese país; no sabía el porque, ni el cómo, y me centré en perseguir el cuando. Pasó un quinquenio largo aprox. , leí el libro, y encontré quien suficientemente loca para decir sí sin saber qué, y allá nos fuímos.
El recorrido clásico turístico de cuatro zonas Yangún, Mandalalay, Lago Inle y Bagan…
El detalle a cuatro esquinas corroborado tras leer el comic «Crónicas Birmanas» de Guy Delisle (dibujante y marido de cooperante de Médicos Sin Fronteras Francia)…
Y sobretodo el recorrido de cientos de miradas encuadradas en el reto especular brillo-vida vs punto rojo-enfoque de cámara.
Recorrí otros países ,del sudeste asiático, de los cuales también elaboré una conexión especial, pero la situación política, las sensaciones vívidas, las gentes, los paisajes y esa especie de sudoku emocional que cada uno se monta, acrecentaron ese vínculo sinrazón con Birmania.
Pasado poco tiempo y chusmeando por la red, llegué a Colabora Birmania y me hice socio, no fué necesario pensar mucho, click y ya!
Una cita ineludible
Atrapando el tiempo en su trascurso y nocturnamente a última hora para escribir el mail de contacto final, justo un día antes para concretar el encuentro. Pude quedar con Rebeca y Javi para cenar en un puestito arreglado en madera de una de las longitudinales calles de Mae Sot.
Al día siguiente me iba a visitar la escuela apadrinada a 42 km al sur de Mae Sot y cercana a la frontera trazada entre Myanmar y Tailandia, un capítulo más tras aquel primer ojear en la libreria.
La escuela KM42
Visita previa a la guardería Chiken School, a ver a los mas-mas pequeños para arribar a destino: la Km42.
Columpios, sonrisas, aviones de papel, niños por todos lados y una mágnifica escuela, no me atrevo mas que a volcar fotografías y dejar a vuestra imaginación un nuevo capítulo en este libro.
Quehaceres quotidianos:
(1) La hora de la comida (2) reunión en los toboganes (3) recogiendo el aula (4) la hora de la siesta.
La escuela funciona como una parte central de la vida de sus alumnos, dispersos en comunidades en el bosque, son recogidos por la mañana y devueltos en una furgoneta a media tarde. Allí en las escuela tienen a parte de sus clases, comida y diversión. (una pequeña parte de los alumnos duerme allí por estar alejados de sus familias)
Hora del patio, los columpios:
(1) Haciendo el «monono» (2) El niño del ojito me miraba así cuando el columpio se paraba... (3) Trio de ases.
Simple y común, el columpio significa la misma diversión en cualquier rincón de mundo, al menos para un niño. Quizas la respuesta a muchas questiones adultas sería otra pregunta ¿Cuanto hace que no te columpias?
Caras radiantes, los protagonistas:
(1) El más bicho de todos, se me subía encima, disparaba mi cámara, y… empezó con miedo a las cosquillas y acabó dándome sus fideitos-snack (2) Smileeee! (3) Miradas que llevan luz (4) Salgo o no salgo… (5) Las niñas son más tímidas (6) ¡Con un ojito siempre mediocerrado! (7) Friends will be friends… (8) Una de mis fotos preferidas; niño en claroscuro come patatas.
Auténtico cariño por estas fotos. ¡Me hubiese quedado ahí! Vale el esfuerzo construir estos pequeños proyectos, al final son los mas grandes, es decir «los más grandes aquí, son los pequeños».
Momentos de papel:
(1) Frog time! (2) El más cariñoso de todos, … cómo no quererlo. (3) V de victoria (4) Javi y Rebeca; gracias por enseñarme la escuela, gracias por vuestro trabajo, gracias por creer que al final es lo que mueve todo este proyecto.
Con una hoja de papel y los pliegues adecuados…
Recordando…
Y hasta aquí uno de los momentos, por no decir el momento que justificaba el viaje. Profundamente satisfecho de haber vivido ese día. Y de aquel día que una portada de un libro empezó una nueva historia que contar.
¡Saludos viajeros!