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Tinerhir y la familia de la cueva

Tinerhir (Marruecos)

8, 9 y 10  de mayo de 2016

Tinerhir es una población al pie del Atlas marroquí, famosa por su proximidad a las Gargantas de Todra, espectáculo natural que el tiempo y la geología escavó en la roca. Pequeños campos de cultivo tejen un tapiz irregular y se introducen parcheando el terreno de un palmeral que rodea una kasbah cercana (antiguo núcleo de la ciudad). Delicias de quien imagina el lugar en plena actividad años atrás. A día de hoy la mezquita madrasa de Ikelane (en el centro del complejo de adobe) luce reconstruída gracias al proyecto del catalán Roger Mimo.

Pero el momento álgido fue encontrar una familia parapetada en una cueva cerca de la Garganta de Todra; Sabíamos que mas allá habían tribus que vivían en las cuevas, pero cerca nos esperaba a modo de prueba una demo no oficial que ni Jorge ni yo esperábamos.

LLegando a Tinerhir

Desde Merzouga, es cierto, que un bus muy mañanero parte directo a la ciudad de Tinerhir, pero para esas horas nuestro grupo aún regresaba de las luces rojizas del amanecer con la calma sosegada de los dromedarios.

Así pues empezaba el contrashow «backpacker» de encadenar transportes; es un deporte mochilero que acaba por desgastar camisetas a parte de vaciar botellas de agua ¡Interesante!

De Merzouga tomamos un primer taxi compartido; una señora chapurreaba algo de castellano con nosotros mientras apoyaba una caja de cartón con palomas vivas en las piernas de Guillermo (un chico del Bierzo).

Rissani, la primera parada, era una pequeña ciudad con un mercado en plena agitación, colores, movimiento y música de fondo. Nos sorprendió ver a las mujeres locales bien tapadas, el niqab negro aparecía cada veinte metros y las miradas femeninas que escapaban por la apertura de tela eran esquivas frente la cámara incluso estando esta en reposo. Miedo o respeto a ser vistas, fenómeno que aún no me había detenido a reflexionar en este viaje y que genera una lluvia de dudas a cualquier intento propio de argumentación.  Me perecieron ojos tristes, medio resignados pero muy bellos a la vez. Como si escaparan de esa jaula de tela negra. Me encantará descubrir más de las vestimentas y el islam, aunque nunca viva de per se la sensación de ver el mundo desde esa rendija.

Rissani Collage

Nos encandiló el pueblo pero la visita fue breve ¡Zas! Pues un bus local arrancaba dirección Er-Rachidia, donde apuntábamos ya el tramo final a destino. Nuevo bus y…  ¡Tinerhir, por fin!

Tras intentos de esquivar recomendadores «desinteresados» llegamos a un hostel sin pretensiones, nueva base de operaciones; objetivo cenar algo y planificar la visita a Todra. Colgamos ropa y echamos unas risas mientras escuchábamos a Drexler. Lavar los dientes y a la cama.

Las gargantas de Todra

Aisha, una agente turística nos acompañó hasta la Poste para practicar castellano, nos encaminó así hacia los grand taxi compartidos y nos comentó el precio del viaje. Se revelan almas conversando unos pocos minutos. ¡Es curioso! La de Aisha transmitía optimismo vital, y nosotros felices de acompañarla y escuchar cosas de la ciudad. Nos acomodamos con dos turistas para arribar a las gargantas: ¡Taxi para allá que nos vamos!

Una estrecha franja de cielo se ciñe al trazado angosto de la piedra rosada, mientras un riachuelo acompaña con sus aguas el trayecto por esa cicatriz del Atlas. Caminas y la montaña se cae encima, miras la roca y se eleva aún unos metros. La garganta: estructura magnánima que viste una autopercepción de recogimiento dentro de la montaña.

Tinerhir 1 Collage

Tinerhir 2 Collage

Nuestra sorpresa, en cambio, fue ver una niña y su hermano de escasos cuatro años a media ladera. Más allá, unos metros arriba el hermano mayor circulaba hábil unas cabritas de apenas dos palmos de altura. Dudamos, pero subimos a ver. La niña nos condujo entre pedruscos a una pequeña cueva, a lo alto de la cual emergía una figura vigilante ataviada de telas blancas; majestuosa por la postura sentada pero erguida. A toda luz pensamos que era el padre, pero resulto ser la madre de las criaturas que tímidamente apareció a saludar.

La familia de las cuevas

Nos sentamos y mientras esperábamos que el hornillo calentase un té bereber jugamos un rato largo con los niños, pintamos, hicimos fotografías y escuchamos música en el móvil. la pequeña tuvo cierta habilidad en el ensayo-error para entender como pasar las fotos y ampliarlas, al rato ya estaba tirando fotos, y desajustando alguna función del aparato. el más pequeño pintaba mi mano con un bolígrafo verde que yo llevaba en el bolsillo. Jorge tiraba retratos y yo tenía al más pequeño medio encaramado en la pierna pintando un papel doblado en su momento en forma de rana.

cueva 3

cuevas todra 1

cuava 43

Nos fuimos, no sin agradecer a la manera turista (¡Qué remedio!), aquella experiencia medio auténtica que nos habían brindado los niños de la cueva. Por la edad no estaban muy acostumbrados al contacto, probablemente no tenían visitas habituales y estaban cercanos a Tinerhir para mercadear con sus cabras. Nunca lo supimos.

Un baño posterior en un recodo de río, para refrescar y de vuelta a la ciudad. Afortunadamente unos alemanes (de Munich) nos acompañaron en coche. Todo había salido a pedir de boca.

El palmeral y la kasbah Tinhir

Amaneció lo suficiente para empacar nuestras cosas; las dejamos listas y tras un breve desayuno de pie en un almacén de alimentos (yogur vs pastita marroquí), nos acercamos caminando al palmeral.

Pequeños campos de cultivo y lugareños esquivos a la fotografía. Breves caminos encadenados que bordeaban pequeñas plantaciones de alfalfa, maíz y alguna hortaliza. Más lugareños y al fondo un amasijo de paredes derrotadas por los años de lluvias, escombros recios e imponentes contraflanqueando el azul-blanco del cielo. A pocas palmeras de allí un hombre nos llevo a la mezquita madrasa de Ikelane. Argumentamos una visita sin ninguna contraprestación económica y tiramos fotografías a diestro y siniestro desde la azotea del recinto. Mágico lugar que hubiésemos pasado de largo sin la ayuda amable de aquel señor. Preguntando se llega a Ikelane.

palmeral 2

palmeral 1

Unas vueltas por el palmeral nos llevaron a un pueblecito donde captar la vida local, lo justo para regresar a la ciudad y esperar de nuevo un bus local. Otro episodio se había escrito casi sin querer, y tanto Jorge como yo sentíamos que la fortuna nos acompañaba en el trayecto. Un capítulo más cerraba triunfal con un punto y coma: ¡Ahí nomas!

 

¡Saludos viajeros!

envi@t des del cor: Share!!!

2 comentarios en “Tinerhir y la familia de la cueva”

  1. Hola Xavi.
    Ya vemos que la aventura continua.
    Nos alegramos mucho que disfrutes cada momento con tanta intensidad.
    Por aquí, más de lo mismo, comparado con lo tuyo.
    Un saludo de Carlota, Laura & Sergi.
    Una forta abraçada i a gaudir.

    1. Eiii! Gràcies Sergi! Toda vida es una aventura, igual en Barcelona el escenario parece el mismo, pero sólo es una cuestión de actitud y cada día es una oportunidad de vivir nuevas experiencias! Una abraçada a tots tres, amb tot el carinyo que us tinc, desde Marrakech!!!

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