Lima (Perú)
2 de noviembre 2015
Cuando estoy cansado me dan rampas, calambres en las piernas, como si se me subiese el gemelo, es bastante doloroso y sobresaltante despertarse con ese tipo de contractura. Y ahora: ¿Podré caminar todo el día? Generalmente apoyo el pie desnudo en el suelo, pero esta vez tenía moqueta a mis pies en lugar del frío de los azulejos.
Afortunadamente el desayuno , unas horas después (huevos, bacon, tostadas, café,… ) substituyó la sensación de mi despertar precoz. Tras las indicaciones de Liliana o Nuria como la llaman sus allegados, puse rumbo a los alrededores de Miraflores, no sin antes pasar por la tienda del “grifo” (gasolinera) a comprar mi primera Inka cola. ¿A qué sabe la Inka cola?
Miraflores:
29 de julio se me antojaba como una travesía repleta de restaurantes y tiendas interesantes, y así caminando me planté en la costanera con vistas al Océano Pacífico, en un pequeño mirador y gracias al wifi de una cafetería contacté con Esther, vieja conocida de Chiang Mai (Tailandia); y así fue como volví sobre mis pasos para reunirme con ella y con 2 nuevos amigos Eva y Jorge.
Lima centro:
Con ellos nos acercamos al centro de Lima a ver los alrededores de la Plaza de Armas, con su Catedral, su Palacio Arzobisal y sus callecitas aledañas que nos llevaron serpenteantemente al Mercado Central donde comimos en un puesto nuestro primer ceviche. Sin elevada ostentación y rodeados de trabajadores locales el mercado y sus inacabables combinaciones de frutas y verduras, plantas medicinales y especias, pescados, carnes, chacinas,…
Ahí ya reconfortados volvimos a tomar un taxi hacia Miraflores no sin antes echar un vistazo al entramado del barrio chino. Por fin, en una cafetería conseguí contactar con Carolina y ya teníamos plan para la noche.
Barranco:
Así fue como nos recibió amablemente en su coche para llegarnos al bohemio barrio de Barranco. Con dos grafitis que me llamaron mucho la atención.
El puente de los suspiros, inspiración de numerosas canciones del folklore peruano, debe ser cruzado de una sola toma de aliento; sin respirar, para terminar al otro extremo soltando un suspiro , un propósito hábil si uno ha pensado el deseo que le concederá tal proeza.
Las cercanías del puente, asaltadas de restaurantes cuidados, y de diversos niveles conectados de escaleras conducen a la playa, de piedra oscura en lugar de arena como consecuencia del intento de la ciudad de ganar la partida al oleaje del océano.
Unos «anticuchos» (corazón asado a la parrila servido en formato pincho), «causa limeña» (con palta, pollo y papa), y de postre «picarones « (unos aros rebozados de dulce tipo boniato) . Acompañado de una peculiar bebida local: la “Chicha morada”. Después de quedar mas que satisfechos de la comida y la compañía nos acercamos a tomar nuestro primer “Pisco Sour” en Ayahuasca, un celebrado local de moda de la zona.
Cansados, sin más aliento, nos fuimos felices a nuestras camas, la primera toma de contacto con la capital peruana había sido completa. En nuestros rostros, la felicidad y el cansancio a partes iguales.