Puerto Maldonado, Tambopata (Perú)
25,26, 27 y 28 de noviembre de 2015
El Amazonas abraza el territorio peruano en gran proporción, extendiéndose la cuenca amazónica del país desde el norte (Yurimaguas, Reserva Nacional Pacaya-Samiria, Iquitos…) y su frontera con Colombia y Ecuador hasta el sur (Parque Nacional Manu , Puerto Maldonado, Reserva Nacional Tambopata…) en el límite con Brasil y Bolivia. Es como una franja total de arriba-abajo; nunca había reparado en ello.
La selva peruana había sido uno de los destinos más deseado desde el inicial planteamiento del viaje cuando miraba mapas, guías y apuntes de otros viajeros. Bien recomendada por cada uno de los peruanos que me cruzaba, con esa ilusión propia del que recibe visita en su país. Ahora, por fin, iba a poder descubrirla, no quería regresar sin añadir ese trozo de Amazonas a mi lista de lugares visitados… “El Amazonas por fin” aunque fueran unos pocos días.
Tras pasar un par de días en reposo relativo a base de arroz y sopa de quínoa, decidí lanzar los dados y tomar destino a Puerto Maldonado, para adentrarme vía el Rio Madre de Dios a la zona de aclimatación-límite de la Reserva Nacional de Tambopata. Tras comparar diversas agencias opté por la elección de la única que me advirtió que las vías terrestres estaban cortadas por vaga de autobuses de la región. Compré mi vuelo y un paquete de 4 días 3 noches en un lodge (el que me pareció “menos turistoide”) en las inmediaciones del río.
Llegando a Puerto Maldonado
Mi vuelo llegaba a media mañana al aeropuerto de la pequeña ciudad de Puerto Maldonado, esquivaba así la vaga de transportes de las inmediaciones de Cuzco. Lo que no podía suponer es que una nueva protesta regional me iba a retener por unas 6 horas en las inmediaciones del aeropuerto. Carlos, un conductor de motocarro me recibió a la salida, mientras el resto de pasajeros iba a esperar en las instalaciones del terminal. Llegamos justo a la salida del aeropuerto y allí desde un pequeño local de comidas se divisaba una muchedumbre que cortaba la carretera dirección a la ciudad.
No quedaba más opción que esperar un convoy de la policía que escoltaría los autobuses turísticos; así pasaron las horas, charlando con diversas personas, observando acalorado y estupefacto la situación. Una chica brasilera que quería cruzar hasta la frontera se animó a compartir el motocarro. Y así tras muchas horas decidimos probar un camino alternativo de una hora de camino a través de caminos. Tuvimos la suerte de encontrar la zona despejada, retirando improvisadas barricadas y empujando el “tuktuk” en algún que otro tramo. En las inmediaciones de la ciudad ya fue otra película.
Una familia nos ofreció agua fresca mientras nos explicaba tras la verja de su casa los motivos de la protesta. Tenía que ver con una ley del estado que racionaba el combustible a adquirir en la región a fin y efecto de limitar la actividad clandestina de la minería local. Este edicto provocaba nulas consecuencias en los mineros y grandes problemas a chacareros , operadores turísticos, y gente en general; que tenían que hacer esfuerzos para cruzar su carro dos calles más allá.
Tras serpentear las calles, de arriba abajo y comprobar que alguna piedra podría recibirnos en buena medida, Carlos nos consultó y decidimos caminar un rato mochila en ristre. Unos 45 minutos a pie y de repente una moto de la agencia me acercaba al embarcadero de Puerto Maldonado: ya estaba más cerca.
La barcaza despidió en embarcadero con dos tripulantes, un señor tostado al sol que la conducía y una versión cansada de mí, ya deseoso por llegar. No fue antes de cambiar de barca en medio río por problemas de motor. Llegar y ducharse fue el premio a la paciencia de un día de vagas que pasaban desapercibidas en Lima. Tras la cena la fauna de insectos locales: tarántulas, grillos, escarabajos… un agradable paseo por los alrededores acompañado de los ruidos de la selva.
¡Saludos viajeros!