Alrededores de Luang Prabang (Laos)
24 Noviembre 2014.
¿Y si el transcurrir de nuestras vidas fuera como ir cruzando un puente?
¿Cómo decidir el paso? ¿Con que firmeza? ¿Con que soltura? ¿Mirando a que paisaje? ¿Parándose en algún punto? ¿Congelándose en el entramado de bambú? ¿Mirando atrás? ¿Mirando sólo adelante? ¿Con compañía? ¿En soledad? ¿Pensando en la otra riba? ¿Concentrados en el paso?…¡Cruzando sin más!
Hoy pasamos 5 horas de trekking por la jungla en esa especie de delicia turística de caminar detrás de un guía de 21 años que con chanclas nos daba sopas con honda y sonreía mientras le preguntábamos las más absurdas curiosidades y determinaba cuando sería nuestra pausa para el agua.
Llegamos a una aldea, con tres etnias, lao, mon y kamu y dormimos en unas casitas. Eso tras jugar a futbol con los chicos, bañarnos en el Mekong, sacar mil fotos a las niñas saltando la comba, y decidir que cachorro de perro era el favorito, “neeee”, el favorito era Dan Dan (uno con collar de perlas plateadas).Y así habiendo cruzado el río, transcurrió un día más, vívido y bien querido por los cuatro que íbamos,… que íbamos pensando como cruzar aquel, nuestro propio río, sin saber que puente…
Saludos viajeros
Río abajo río arriba, jungla abajo, jungla arriba. Y desde Luang Prabang a día de hoy.
Suena The House of The Rising Sun (The Animals) mientras recuerdo aquel día, con las fotos revelándose en mis pupila y releyendo las palabras del facebook y sobretodo un comentario remarcado que dice: “¿Cómo cruzo mi día hoy?”
Muchos puentes a cruzar, cada día sugiere alguno que otro y te encuentras al inicio frente al primer paso, en la primera tabla de madera con el anhelo fijado en llegar a la otra orilla, en la estrategia y con ese vértigo y tu mano amarrado a la cuerda del primer extremo. La intriga de cómo ese intervalo va a convertirse en un salto rápido y de un salto poder pisar la otra vera con el respingo de un “¡Ya está, llegué!”.
Esta noche pasada me costó dormir, tenía un puente que cruzar, un puente conocido pero siempre diferente. Fue la resistencia inicial que me empujó a transitarlo mientras entraba silente en el río de los sueños con un caprichoso ovillo dorado para marcar el trazo de mis destinos (no hay destino sin dos puntos). Sentarse en medio del puente puede servir; ¡Cómo? Conecta el pasado con el futuro haciendo patente el único e irrenunciable presente, pues allí sentado, no estas cruzando pero estás en el cruce, con el tiempo adecuado para mirar a los dos lados y ver como único paisaje el río frente a frente, la cuestión no es el puente siempre es el río y ya se sabe aquello de :
“No se puede cruzar el mismo rio dos veces”
¡Saludos viajeros!