Las Delicias (alrededores de Trujillo) – Perú
5 de noviembre 2015
Echaba de menos viajar en el colectivo con gente local y únicamente local, en una especie de minivans rotuladas con los destinos en la carrocería (a sólo dos soles el trayecto, como cualquier ocupante, sin distinción, apenas alguna mirada furtiva)…
Así bien temprano me acerqué al Pacífico a escuchar su murmullo, a dejar que su espuma avanzase y retrocediese.
Hay quien se acerca al mar a escuchar respuestas, a mirar al otro extremo, allá en el horizonte.
Mi mar es calmo y cerrado, el Mediterráneo se cuela con su sal por mi piel, me remansa, cansa mis sentidos y me recuerda esa pertenencia que Serrat escribiera un día. En contraste, el Pacífico, océano libre, agitado pero acompasado, me transmite más que cualquier mar. Sintoniza. Hay algo en sus aguas frías que me conecta, y tal vez es porque mi mar tiene olas tranquilas que un día partieron de visita desde el Pacífico.