Mae Sot , Mae Sariang y Mae Hong Son (Tailandia)
14 noviembre 2014
Se me borró todo el relato, ups… tornem-hi que no ha estat res!
Parece ser que hay dias de moverse y moverse, hoy fue uno de esos, el camino me derrotó y es ahora que escribo que puedo recordar aquello de toda jornada increible viene acompañada de jornadas de espera. Está no fue emocionante, siento decepcionaros pero he de explicar que no siempre es tan guay, viajar desgasta aunque sólo sea por ese recargar de baterías a medio agotar.
Los monjes jovenes de Mae Sot definían una irregular línea de peticiones mientras algún adormilado viajero bostezaba dirección parada de bus, yo esperaba una miniban o algo similar, pero era una de esas famosas furgonetas rojas de nombre dificilmente asimilable (para mi sungran para mi compi de hostel tonight sontanwein). Afortunadamente asentado al lado del conductor (un sr amable que hablaba sólo y tenía mil amuletos de buda colgados del techo) y comodamente asistiendo al ir i venir, subir y bajar a golpe de 20 baths , de decenas de thais en este primer trayecto de 6 horas. Paisajes de jungla baja de montaña, engalanados de nubes blancas y check points de inmigración. Amable y peculiar me dejó en la estación de Mae Sariang 10 minutos antes de que llegase mi bus; un arroz blanco me dio tiempo a comprar.
4 horitas mas de trayecto, comodamente recostado, hablando con una chica alemana que trabaja de profesora de ingles alla en Mae Sariang.
Encontrar el hostel y en él a mi compi Thais con la cual compito ahora mismo por un hilo de ancho de banda, a mis pies la vista de las luces reflejadas en el lago, una punta de estupa dorada, un te de los que yo llamó «verylemons» y ánimos renovados… el hecho de que se me borrará todo el redactado anterior tendrá algo que ver!La actitud a veces lo es todo amigos, allí donde no llegan las fuerzas o los ánimos llegan las intenciones y sino se aproximan, que no es poco.
Abrazos viajeros
P.s. hoy os dejo el folio en blanco del postescribir, algun valiente que comente su dia, jeje
Recuerdo que fueron horas y horas de transporte, pero me reconozco acostumbrado y no tengo la sensación de fatiga de aquel dia. ¿Por qué? Tal vez porque me muevo cómodo en los silencios que ofrece el asfalto o tal vez porque viendo en las fotos esos cielos azules , la vegetación y las líneas de fuga de la carretera me doy cuenta del privilegio de desplazarse.
Creo que hay una especie de empatía en estos traslados, cada una de las personas, por acostumbradas al trayecto o no, son conscientes de ese desplazamiento; igual en la naturaleza humana hay algo animal que determina que los transportes son una inconsciente circunstancia de alerta, no en sentido negativo, pero si una situación en la cual estar pendiente. De ahí miradas, medias sonrisas, necesidades de compartir pequeños momentos.
Yo me descubrí ofreciendo una bolsa de patatas chips a un niño de unos siete, ocho años, que me miró con cara de haber recibido un regalo totalmente inesperable, alrededor casi dos decenas de locales adecentadamente encabidos con una mueca de complicidad…
Dos conductores, dos complicidades, uno, el primero, más serio rodeado de llaveros, apenas mascullaba alguna palabra. El segundo en cambio parloteaba sólo, en un altibajo de tono de voz salteado de risas breves y contundentes (también, esté, rodeado de más y más budas).
Transeúntes al margen de la carretera, en tramos de dferentes asfaltos y materiales, pero bordeados de gentes,… ¿Dónde irán?
La estación en el pueblo del segundo conductor fué un show de saludos y contrasaludos. Una niñita con emplastes en las sienes, una encomienda de pescados, una comerciante altiva i orgullosa,…
¡Interacciones! Interacciones que pasan en todo trasiego con cuentaquilometros de por medio.